ENTERRAR EL HACHA DE GUERRA.

En cuantas ocasiones herimos a los demás con las palabras que pronunciamos.

Nos hacemos una idea de las cosas que nos han sucedido, que no corresponden con la realidad.

Es como si pintaramos un cuadro, y cada uno elegiese los colores que más le gustan, para poder llevar a cabo la tarea que tiene que realizar, sin tener en cuenta el modelo que haría que nuestros pensamientos y actitudes, confluyeran en un mismo parecer, para que pudiésemos contemplar la más bella puesta de sol, porque con Cristo todo se vuelve hacer de nuevo.

Caminando por la orilla del mar, mis pies rozan el agua y van produciendo unas pisadas, que tras las olas desaparecen de la arena, así debería ser en nuestro día, después que los primeros rayos de sol entran por la ventana, que seamos hombres y mujeres que miren al mundo con un halo de esperanza, sin juzgar a las personas por su forma de proceder ante las circunstancias, que cada uno las procesa según las vivencias que haya tenido que experimentar, tras una vida llena de incomprensiones, que le han provocado una falta de conciliación interior, al haberse quedado con el rencor, que es un veneno que se introduce en el corazón, y hace que la mirada quede distorsionada ante las intenciones que tienen los demás, viéndolo todo desde los traumas que la persona haya tenido que sufrir, al no haber borrado las huellas que tras el perdón de corazón hubieran echo de todos los días un nuevo amanecer, en el que la sonrisa en su rostro resplandeciese, disfrutando de los primeros rayos de sol al amanecer de un nuevo día, que nos devolverá la esperanza de un mañana mejor.

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