LA INFELICIDAD
Cuando éramos niños jugábamos en la arena de la playa a enterrarnos, eso es lo que hacemos en el día a día cuando en lugar de posicionarnos en lo que es bello y hermoso, nos adentramos en un mundo de oscuridad, que nos lleva a la pérdida de nuestra identidad personal.
Decimos:
"Yo quiero ser feliz, anhelo encontrarme con la persona que me complemente", pero no actuamos en consecuencia en nuestros actos de cada día.
Para ser feliz tengo que entregar el corazón, no puedo reservarme nada para mi mismo/a.
La felicidad consiste en donarse completamente como hizo Cristo con cada uno de nosotros, con nombre y apellidos.
No es una cuestión de mirarse a sí mismo, y buscar una persona que satisfaga mis deseos personales, porque estaré caminando en la dirección equivocada;
es como ir en dirección prohibida, me voy a encontrar con muchas dificultades, porque si no satisfacen mis deseos me veré frustrado/a y exigire de la otra persona lo que yo no estoy dispuesto a darle.
Es un círculo vicioso del cuál no se puede sacar nada, porque reduce a la persona a ser víctima de sus propios criterios, que la van ahogando poco a poco, creando una situación de amargura y tristeza, sin encontrar solución a sus vivencias.
La infelicidad es el camino que no le recomendaría a ninguna persona, porque es morir lentamente al propio ser, que es el abrazo del amor de Dios a su criatura, la paz en el corazón.
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